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Una Cena Literaria en la Antigua Huarás

  

· El galardonado escritor peruano Marcos Yauri Montero a través de la siguiente crónica comparte una anécdota vivida por él una noche que ahora habita en sus  recuerdos. 

  Sucedió en la primavera de 1967. Quien escribe estas líneas, tras una coordinación con el hoy Ing. Aníbal Romero Sánchez, estudiante por entonces en La Molina, viajarían a Huarás el poeta Javier Sologuren, el crítico y poeta Francisco Carrillo y el celebrado autor de “Los ríos profundos”, José María Arguedas. Consumada la organización para un festival-venta de los libros de los escritores mencionados, arribaron a la ciudad Sologuren y Fco. Carillo; Arguedas, aquejado por una dolencia no pudo acompañarlos. Los días eran lluviosos  y secos, expresión de una típica primavera regional con aroma de tierra y goteras que empezaban a tintinear en los patios. La fiebre estudiantil en los colegios Luzuriaga y Santa Rosa de Viterbo era intensa; la juventud tenía avidez de conocer a tan connotados escritores, comprar sus libros y leerlos. Ayudó mucho el espíritu de quienes dirigían esas casas de estudio y de los docentes.  Paco Carrillo ofreció sendas charlas sobre  literatura peruana contemporánea en los dos colegios, ante la totalidad del estudiantado, y Sologuren leyó poemas de su producción. Demás está decir que todo fue un éxito extraordinario e igualmente la venta de los libros, de los que en total, en dos días se vendió más de mil ejemplares. En esta labor contamos con el apoyo rotundo del poeta Elmer Moreno Martel, Aquiles Egúzquiza y José Moreno Osorio, docentes del Luzuriaga,  de las Srtas. Nélida Romero Sánchez, Eloísa Moreno Osorio, docentes del Santa Rosa, y de la Srta. Zoraida Vega, profesora de matemáticas de la Escuela Normal Mercedes Indacochea.Como todo en la vida llega a su plenitud y luego fenece, también la alegría de una media semana literaria llegó a su fin. Y en el día final ocurrió lo novelesco. El que habla, en algún instante y en algún lugar debió escuchar de boca de uno de los hermanos Romero Sánchez o de los dos, que tan exitosa jornada debía concluir con una cena en casa de ellos. Convencido de su realización, el que escribe, invitó a los dos escritores y a los amigos que apoyaron a la jornada a dicha cena, a las nueve de la noche. Llegado el momento, quien se presentó al domicilio citado antes que nadie fue el que esta nota escribe; y a eso de las nueve y media de la noche todos disfrutamos de la deliciosa cena, en una mesa de albo mantel y aromáticas flores puestas en jarrones. Esta cena quedó en la memoria como un recuerdo imperecedero. Me parece escuchar la alegría, percibo el ambiente iluminado. Veo a Paco Carrillo conversando con la hermosa  Zoraida  y ella desternillándose de risa, oigo la voz de Humberto Chávez a quien le requieren que toque el violín; recuerdo a la señora Nélida Romero, en aquella época soltera, que va y viene con sus mejillas sofocadas, a Elmer, Aquiles, Edmundo Vargas, Antonio Olcese, y también me veo en esa cena literaria que ha quedado en mi memoria como un sueño del que me es difícil despertar... Y pasaron dos años y meses; y una tarde de 1969, neblinosa, también de primavera, escuché de labios de mi amiga de la infancia, la hoy señora Nélida Romero Sánchez de Quiroz, que jamás ella habló de cena y que yo  la inventé. En el salón de su casa, frente al cortinaje vaporoso por donde yo veía la lluvia que caía sobre Huarás, mientras sonaba una música de Chopin, sentí que  todo mi ser se mojaba de la vergüenza, como el danzarín de la ópera “Cantando bajo la lluvia”, con música de Gershwin... Ahora todo está distante, en la inmensidad de la memoria. Paco Carrillo y Sologuren están muertos, el inmortal novelista Arguedas que se escapó de participar de esta cena, también. Antonio Olcese siguió el mismo camino. De Zoraidita Vega no sé nada, me dijo hace años,  en el encuentro en un ómnibus durante un viaje a Huarás, que vivía en Monterrico, que casada tenía dos hijos; tampoco sé de Elmer, de Aquiles  y Edmundo. Solo Humberto está en su casa, en Huarás, entre sus pinceles y cuadros, y también, va y viene por su huerto y calles del nuevo Huarás, la señora Romero, y su hermano Aníbal, el famoso “Posho”. Y yo aquí,  viviendo mi autoexilio entre días que se desvanecen,  asombrado ante este mundo que todo ha puesto al revés y que me ha empujado a entenderlo a través de la poesía la que luego de cerca de cuatro décadas de ausencia ha vuelto a mí muy furiosa. 

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